Hoy me he llevado a toda mi familia a comer fuera. Hay que conocer nuevos sitios y reactivar la economía manchega y mi dinero es tan válido como el de cualquiera.
El caso es que nos hemos acercado a uno de los muchos pantanos que pueblan nuestra comarca para visitar un chiringuito a pié de agua porque conocía a los dueños.
El calor del agosto manchego es algo con lo que hay que contar cuando se sale a comer fuera pero un techo de metal ayuda mucho a que los comensales suden como pollos en un horno.
Después de la comida he hablado con los dueños y se quejaban amargamente de la poca caja que hacen, de los pocos clientes que tienen, que si la crisis los está llevando a la ruina, que si ya no se puede vivir de ese negocio... Yo, por cortesía, les he dado la razón, pero de camino a casa he comprendido mi error.
La crisis ayuda a que la cosa esté floja en todos los sectores pero esto es lo que yo me he encontrado al llegar al chiringuito:
- un intento de aparcamiento con tres plazas con sobra, una de ellas llena de pasto seco y cardos. El resto de los coches que quisieran aparcar deberían hacerlo donde el sentido común les indique a los conductores y siempre al sol veraniego manchego.
- todo el recinto lleno de pasto seco y cardos, solo un pequeño caminito con grava suelta te llevaba hacia el edificio del restaurante y la terraza. La propia terraza con el piso de grava suelta. Para dar sombra a los clientes habían techado con planchas de metal, consiguiendo que no te dé el sol pero que la temperatura fuera mucho más elevada (o la sensación térmica)
- Las bebidas que no incluyeran hielos en un vaso te las tenías que tomar lo más rápidamente posible o las desechabas por calientes.
- hemos comido migas de pastor que estaban pasables, las he comido mejores pero las he comido también mucho peor; tortilla de patatas sin pena ni gloria; patatas con pimientos ahogadas en aceite; revientalobos que no llegaba a hacer cosquillas a un gatito y conejo al ajillo que no he querido ni probar, pero la pinta no era mala.
- nos ha servido el dueño en ropa de calle. Nosotros sabíamos que era el dueño/camarero pero cualquiera que no lo conozca se podría haber muerto de esperar.
Lo que intento explicar con esto es que no puede ser que busquemos la excusa de la crisis para no hacer nada por nuestro negocio. Si llego a un lugar que no tiene cartel que lo anuncie, que el pasto impide a los críos jugar sin lastimarse, si el calor me impide concentrarme en la conversación o en la comida... Y si a todo esto le añades que la comida es más que mediocre y te la sirve una persona que no parece un profesional de la hostelería... pues tenemos todas las papeletas para fracasar en nuestro proyecto empresarial.
Y todo esto queda demostrado si os comento que a treinta kilómetros de este chiringuito hay un restaurante que en plena crisis tiene lista de espera para poder comer y cenar, y no está situado en la capital o en un pueblo grande.
Miremos, investiguemos y reformemos lo que tengamos que reformar, luego la suerte influirá todo lo que tenga que influir pero que por nosotros no quede que nuestro negocio sea el mejor en su categoría.
Mucha suerte a todos los emprendedores.
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